viernes, 22 de enero de 2010

domingo, 3 de enero de 2010

Viendo las nubes pasar.

Enfrente de la habitación hay una chimenea de ladrillo, de esas que se usaban en las fabricas viejas. Hay también del lado izquierdo y a lo lejos una serie de edificios hechos con la misma fachada y en conjunto forman figuras. Esto en el campo mediano y a lo lejos no se ve nada, las nubes de la bóveda. Cuando es de día y está despejado el cielo es de un azul medianamente intenso, si está está atardeciendo, el sol está por la parte de atrás del depto, pero hay una ventana en uno de esos edificios, que hace que se reflejen los últimos rayos del sol y lleguen a las paredes de la cocina y a la pequeñita sala. Hubo días en los que regresé en esos minutos, era tan ajeno el momento que trate de no hacer ruido para que no se fuera a espantar la luz y no puediera más verla. En otros días regresé cuando la luna estaba saliendo, la noche era de un azul intenso, y la luz que refleja llegaba a la cocina y a la pequeñita sala, decidí no prender los focos y caminé a la ventana para bañarme con la luz lunar. Hay días especialmente mágicos, y mucha de esa mágia viene de la luz que los envuelve. Un día estaba acostado, no tenía sueño y todo estaba en calma, las luces apagadas y una voz a lo lejos me preguntaba: ¿Vlad, estás dormido? No, contestaba y dejaba pasar el tiempo. Y volvía la voz de lejos ¿Estas viendo las nubes? es muy lindo, es como si el edificio estuviera volando y las nubes pasaran por la ventana, me decía. El azul era profundo y el brillo de las nubes por la luna era aterciopelado. Sí... es mágico.