miércoles, 16 de junio de 2010
miércoles, 9 de junio de 2010
Visitas
Llueve en la carretera, en la ciudad. Está oscureciendo, las lámparas comienzan a iluminar el asfalto con ese tono amarillo y unas gotas resbalan por la ventana del autobús teñida color crepuscular. Tu mirada fija en la nada, en el paisaje, en la lluvia, en el reflejo, en los escenarios transitorios. Ahí vas, de nueva cuenta maletas, boletos, metros, destinos, partidas, llegadas, ciudades. Caminos. Caminante. Mapas y los pies cansados de caminar y recorrer calles perdidas, familias entrando a restaurantes, parejas caminando por las avenidas, transeuntes anónimos entrando a prostíbulos, sex shops. Puestos de comida rápida, libros viejos, discos y películas usadas a buen precio, bares y cafés atestados de gente, turistas como tú llegando a descubrir cines, concientos, teatros, eventos gratuitos. Ahí vás pensando en lo que te espera al bajar del autobús, al salir de la estación, no querías llegar de noche, con este frío y con esta lluvia. Sabes que te esperan en la parada, eso es un alivio. Pero lo que te incomoda es la presencia tuya en un hogar de dos. Rutinas establecidas, invadir el asiento favorito en el sillón de la sala, no saber para dónde moverte cuando están poniendo la mesa, cómo ayudar, quizá lo mejor sea sentarte y ver que todo el mundo se mueve. Tu mente va hasta la hora de dormir y el camión apenas está llegando a la estación, te das cuenta porque la gente comienza a desemperezarse, a tomar sus cosas. Arriban, bajas, cargas tus cosas, caminas a la sala de espera y esperas. Buscas un teléfono. Marcas, no hay contestación. Volteas y están ahí entrando. Una pareja distante y quizá unida por el tiempo, por un tiempo que vivieron en algún momento de su vida, antes de vivir juntos, quizá un buen tiempo, el mejor que han tenido el uno con el otro y que por no encontrar algo mejor con otras personas decidieron esconderse en ese momento y vivir juntos para ver si es posible repetirlo en algún día de la rutina. Saludos, abrazos, besos, charla. Suben al carro y platicas de la familia, de las noticias de los últimos años. Llegan a la casa y tal como lo habías pensando en el camino, sucede. Así que preguntas dónde puedes poner tus cosas y las acomodas mientras abajo se prepara la cena. En la plática observas un poco el presentimiento que tuviste al ver a la pareja entrar a la estación y deseas que tu vida como pareja no sea de esa forma. Televisión encendida, silencio, los perros afuera. La cena transcurre un poco en silencio, un poco en charla, comentarios sobre el viaje, sobre lo que ha pasado con la vida de cada uno. Ella se levanta para abrirle a los perros, entran, gritos para que no se suban a los sillones, para que no pidan comida. Discusión sobre los gastos que se hicieron el último mes en medicamentos porque se estaban muriendo, por haberlos dejado afuera una noche de nieve. Un perro pelea con el otro porque está celoso de que no se le hace caso. Terminan de comer, se levanta la mesa y nos damos las buenas noches. Ya en la cama piensas ¿Cómo se le hace para no vivir del tiempo pasado?
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De bizcochos y extraterrestres,
De los días cotidianos,
Los zapatos del perro
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Colakvio
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