miércoles, 5 de diciembre de 2012

Erhu

Fue en la colina del emperador del jade donde escuché por primera vez un Erhu, lo tocaba un monje Taoista a la entrada de un templo. Caminabamos despacio por la pendiente, llena de escalones de piedra, se escuchaba el viento y a lo lejos alguno que otro carro que cruzaba el subterraneo. Hacía frío, los árboles se movían y las hojas caían, amarillas, rojas, secas. Terminaba de llover y corria un poco de bruma, de esa que siempre cubre la ciudad. Después de una subida, enfrente de una pagoda estaba la entrada a un templo, el viento dispersaba el humo de los incenciarios, el empedrado se bifurcaba. Un sonido de cuerda lánguida, de película china, me hizo pensar que alguien cerca tocaba un violín. Les comenté que entraramos al templo para ver tocar a la persona. Al llegar a la entrada y cruzar el umbral, la una escultura de un guerrero nos detuvo. Al lado, junto a un aparador, que mostraba plegarias e inciensos, estaba un monje sentado tocando algo que no era un violín, el instrumento sólo tenía dos cuerdas un mango muy lago y una caja en la parte de abajo. El sonido era fuerte, sereno,triste. El monje se detuvo al vernos, nos dio la bienvenida y continuó tocando su instrumento. Pasamos al patio donde había un incenciario de metal grande, viejo y deteriorado. El ErHu seguía chillando su cansada voz, haciéndonos entrar en esa vieja película china, mientras dábamos una vuelta por el templo taoista, pequeño, húmedo, sereno.