domingo, 9 de mayo de 2010

El viento

Don Juan me lanzó un vistazo. Pensé que era una mirada de preocupación. Luego cambió abruptamente de tema y me pidió relatar cada detalle de lo que experimenté en la mañana.
- Un susto repentino siempre enconge al tonal - dijo al comentar la descripción de mi reacción al grito de don Genaro -. El problema es aquí no dejar que el tonal se enconja más de la cuenta. Un grave asunto para un guerrero es el saber precisamente cuando dejar que su tonal se encoja y cuándo detenerlo. Eso sí que es arte. El guerrero debe luchar como demonio para encoger a su tonal; pero en el mismo momento en que el tonal se encoge, ek guerrero debe voltear al revés la lucha inmediatamente para no dejarlo encogerse más.

-Pero al hacer eso, ¿no regresa a lo que ya era? -pregunté.

-No. Después de que el tonal se enconge, el guerrero cierra la puerta desde el otro lado. Mientras nada desafíe a su tonal y sus ojos estén encajados sólo para el mundo del tonal, el guerrero anda en el lado seguro de la cerca. Está en terreno familiar y conoce todas las reglas. Pero cuando el tonal se encoge, está en el lado de los ventarrones, y esa abertura debe sellarse en el acto, o el viento lo barrerá como a una hoja. Y ese es un viento real. Eso no es una metáfora. Un viento que le puede a uno volar la vida. De hecho ése es el viento que se vuela a todas las cosas vivas que están sobre la tierra. Hace años te presenté a ese viento. Pero tu lo tomaste en broma.
Se refería a una vez que me llevó a las montañas para enseñarme ciertas propiedades del viento...

Castaneda, Carlos (2009). La hora del Nahual; Relatos de Poder (17a. ed., pp 234-235). DF, México. Fondo de Cultura Económica.

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