sábado, 6 de junio de 2009
Casos inconclusos
La mujer se qebró. En la cabeza tenía imágenes de su casa, su padre hosco, lejano, la miraba en silencio, cómo desafiando al destino que la había convertido. Su última charla no fue del todo agradable, reñían por su madre. Los diálgos la asaltaban: No es posible que sigas tratandola así, la riñes todo el tiempo, le inventas amores todos los días, buscas excusas para hacerla sentir mal. ¿Por qué haces eso? Así depronto le dices que si anda con el que acaba de saludar, que si ya quedaron de verse y ese gesto es sólo una confirmación, que en donde se van a ver, que si no se cansa de traer caliente el cuerpo. ¿Creés que mi madre es una cualquiera? Si vieras como se aferra a que no termine su matrimonio. Me lo ha dicho tantas veces: No lo dejo porque no quiero que otra vieja venga y se quede con lo que me ha costado años. Ustedes, la casa, él mismo es diferente, yo lo hice diferente. Pero a veces no lo aguanto, me cansa que me diga que si ando con uno que si ando con otro. No lo soporto, es que... no se que le pasa. No se si sea que no está seguro. Pero luego lo veo ahí solito, no platica con nadie, ya no frecuenta a sus amigos. Sólo toma su guitarra y canta, no se a quien le canta. Ya estamos viejos como para andar con eso de dejarnos. Ahora la mujer lo imagina ahí dentro del ataud, la tierra le golpea todas las venas, rompiéndole los huesos del alma...
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