jueves, 18 de febrero de 2010
Lo que viene después
Y tu silencio guardado en años, ahora me besa con el sabor de una alegría que me parece a burla de la vida. Hace tiempo me habría sentido afortunado por lo que ahora me ofreces. Tus labios, tus cabellos, tus risas, tus historias, tu tiempo y las ganas de compartirlo, tu cuerpo ahora intoxicado de psicotrópicos, y tus ganas de vivir ahora infectadas de estados alterados. Y entonces me parece que la lluvia no cae allá afuera sino dentro de todo el mar de recuerdos y anhelos que quedaron etiquetados con tu nombre en las bases de datos de mi memoria, enturbiándolo todo. Ahora al sacarlos y tratar de sentirlos, me atacan. Y la duda y las ganas, flagelan mis ánimos y me enerva saber que te beso por el tiempo atrasado, por los días que nunca tuve y me carcome la falsa esperanza de querer encontrarte en una caricia actual. Malditas sean las relaciones que surgen cuando los tiempos están desfasados. Lo que viene después es evidente, un desenlance de la vida real, uno de esos que me gusta ver en las películas, un final no feliz.
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Colakvio
martes, 16 de febrero de 2010
El elefante y tu.
Hubo un tiempo en el que las horas se expandían, como el humo en la atmósfera.
Y las risas nos meaban la cara, la arena nos besaba los pies y la luna hacía que tus labios humedos y carnosos se me antojaran besandome la espalda. El bramido de las olas estrellandose en mis ojos y los tuyos viendo el infinito y oscuro mar del deseo, pero no el mio. Las estrellas formando sus constelaciones nos veían a lo lejos. Seguramente Sagitario no quería comer pescado.
Otrora en el que las horas se contraían como las cerdas al quemar la piel del marrano.
Y la brisa del mar enfriando nuestras espaldas suspendidas en la hamaca. Tus débiles insinuaciones se apagaban en cualquier indicio. Dormido está el elefante del mar, tú no. Y meciéndonos en la noche silenciosa me di cuenta de tu infante anhelo de no querer perder nada. Tomé un jarabe de mar plateado por la luna y decidí dormir para recordar que el miedo a intentar querer y la indecisión pueden hacer que la vida se vaya. Yo no se que buscamos en las botellas de mar, quizá sea una canción o quizá sólo sea ganar una lavadora. El mar tiene estrellas y yo recuerdo haber visto algunas constelaciones de lunares en tu cara, tan fácil que sería quemarse en esos soles.
Y las risas nos meaban la cara, la arena nos besaba los pies y la luna hacía que tus labios humedos y carnosos se me antojaran besandome la espalda. El bramido de las olas estrellandose en mis ojos y los tuyos viendo el infinito y oscuro mar del deseo, pero no el mio. Las estrellas formando sus constelaciones nos veían a lo lejos. Seguramente Sagitario no quería comer pescado.
Otrora en el que las horas se contraían como las cerdas al quemar la piel del marrano.
Y la brisa del mar enfriando nuestras espaldas suspendidas en la hamaca. Tus débiles insinuaciones se apagaban en cualquier indicio. Dormido está el elefante del mar, tú no. Y meciéndonos en la noche silenciosa me di cuenta de tu infante anhelo de no querer perder nada. Tomé un jarabe de mar plateado por la luna y decidí dormir para recordar que el miedo a intentar querer y la indecisión pueden hacer que la vida se vaya. Yo no se que buscamos en las botellas de mar, quizá sea una canción o quizá sólo sea ganar una lavadora. El mar tiene estrellas y yo recuerdo haber visto algunas constelaciones de lunares en tu cara, tan fácil que sería quemarse en esos soles.
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Colakvio
lunes, 15 de febrero de 2010
Vida piedra
Y el volcán comenzará a expulsar piedras incandecentes. Y así siendo expulsado del cráter, así viendo como me alejo del maternal ahujero, sintiendo que me enfrio en segundos, sintiendo como el viento y las bajas temperaturas me golpean en todo el cuerpo, así, sintiendo la despedida, comenzaré a rodar mi vida.
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Colakvio
miércoles, 10 de febrero de 2010
Menos mal que la luna esté tan lejos
Y derponto te comes a la luna y la vomitas y sientes como tus narices se llenan de piedras blancas y de un sabor a cal, tus perlas que llevas por ojos sonrien en el recuerdo, allá en los lejanos días a los que entramos cuando aquella puerta de la entrada estaba abierta, tiempos a los que quizá sólo tengamos acceso en la metáfora. Las piedras blancas que escupes te hieren los labios y de cada herida brotan palabras que los van sanando, palabras que quiza son expresadas en los anhelos de los labios y de las manos y de los sexos y de la piel. Con suerte algún día esa puerta se abra con un grito, con un latigazo verbal, con la mirada llena de magma que derrita a la máscara que nos cubre el rostro, o quizá con un beso de alambre de púas que desgarre las paredes que envuelven aquello que llamamos sentimientos. Entonces los recuerdos que habitan en tus ojos ya no exitirán, entonces sólo tendrán la sensación de que sonreían. Pero la luna no puede comerse, menos mal que esté tan lejos.
¡Je! ¡Qué cosas se imagina uno a veces!
¡Je! ¡Qué cosas se imagina uno a veces!
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