martes, 16 de febrero de 2010

El elefante y tu.

Hubo un tiempo en el que las horas se expandían, como el humo en la atmósfera.
Y las risas nos meaban la cara, la arena nos besaba los pies y la luna hacía que tus labios humedos y carnosos se me antojaran besandome la espalda. El bramido de las olas estrellandose en mis ojos y los tuyos viendo el infinito y oscuro mar del deseo, pero no el mio. Las estrellas formando sus constelaciones nos veían a lo lejos. Seguramente Sagitario no quería comer pescado.

Otrora en el que las horas se contraían como las cerdas al quemar la piel del marrano.
Y la brisa del mar enfriando nuestras espaldas suspendidas en la hamaca. Tus débiles insinuaciones se apagaban en cualquier indicio. Dormido está el elefante del mar, tú no. Y meciéndonos en la noche silenciosa me di cuenta de tu infante anhelo de no querer perder nada. Tomé un jarabe de mar plateado por la luna y decidí dormir para recordar que el miedo a intentar querer y la indecisión pueden hacer que la vida se vaya. Yo no se que buscamos en las botellas de mar, quizá sea una canción o quizá sólo sea ganar una lavadora. El mar tiene estrellas y yo recuerdo haber visto algunas constelaciones de lunares en tu cara, tan fácil que sería quemarse en esos soles.

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