martes, 13 de abril de 2010

Otra vez la madrugada.

Fue en ese instante, los ojos claramente se transformaron, ahora son más agudos e incisivos. Minutos antes cuando caminabamos en la noche borrachos de búsquedas incomprensibles nos detuvieron las nubes, o el frío, o los hados que, desde otro espectro nos observaban, nos detuvimos y en silencio permanecimos bañándonos de sereno. Y por un momento el silencio, un silencio vacío, muerto, nos cantó al oido. Los edificios de alrededor con algunas luces prendidas parecían distantes observadores, construcciones con vida y juicios propios. Una canción lo había dicho, quizá una película o muy probablemente alguna conversación etílica: La madrugada, llora ilusiones que quizá los hados se dignen a contarnos para borrar una de esas verdades incomprensibles que buscamos para que tenga sentido que vivimos. Así de pronto algo encajó y me tocó ver cómo después de ese silencio, esa mirada encontró un acierto.

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