sábado, 10 de abril de 2010

Un despertar y la ducha fría.

Te despiertas, revisas el reloj y sientes que no has dormido lo suficiente. Las manecillas no mienten, has dormido casi doce horas. Observas el techo, observas el color de la pintura, el color salitre. Pones atención a los sonidos, el viento, el ruido esporádico de un escape atronador, el radio de la vecina escupiendo una estación que detestas. Piensas en el día anterior, el despertar fue muy similar, piensas en el día de hoy, es similar. Quizá haya una que otra variación, posas la mirada en el secretere. Observas con detenimiento los objetos y te preguntas que es lo que no encaja. Quizá no te gusta pensar en las cosas que has adquirido, quizá no te guste esa foto tuya en el portaretratos que ella te regaló, o quizá te moleste que no sea la foto de ella la que esté ahí. Continuas con la vista por el cuarto, una cama, los libros en huacales pintados, discos perdidos, una laptop, cascos de cerveza y vino tinto, uva Shiraz porque son un poco menos ácidas y tienen menor cantidad de taninos, menor dolor de cabeza. Te preguntas de donde diablos has sacado eso, tipo de uva. Te duele esa luz mortecina que flota como niebla en el cuarto. Zapatos, ropa en cajas, un amplificador con entrada auxiliar, radio y discos. Te sientes inseguro, en un principio lo dudabas pero ahora sabes que conectarte no sirve de mucho, internet es una mierda, el teléfono es una mierda, los libros son una mierda, el mundo es una mierda, una gran caca apestosa y putrefacta. Tomas el control de la televisión y buscas el canal de videos. Necesitas ruido, necesitas que alguna especie de presencia humana te llene los oidos y el espíritu. Entras al baño, apuntas y sientes un escalofrío. No imaginas cómo es que la gente quiere vivir tanto tiempo, quieren ser más longevos ¿Para qué? ¿Qué más puede ofrecer la vida? Amor, felicidad, inmortalidad ¿Qué es eso? quizá una pareja, quizá amigos, quizá hijos. A veces el mar es ese fascinante misterio, a veces el mar es una gran sisterna llena de orines. Tomas una ducha de agua fría y piensas, que quizá una vida con menos oportunidades sería una vida más llevadera. Odias tener que elegir y poco a poco te vas dando cuenta que odias tener la posibilidad de elegir.

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