A la mayoría de las personas les gusta dejar muy claro cuales son sus preferencias, gustos o prácticas de acuerdo al tipo de música, películas, libros, deportes, ocios, aficiones, ideología, religión. Eso les ayuda a acercarse incluso de manera inmediata a otras personas que tienen los mismos intereses y nos hace al mismo tiempo cerrarnos las posibilidades a otras formas de pensar y de ver las cosas.
Hay personas que tenemos una indecisión y desinterés crónicos. Tenemos intereses en común pero no somos tan clavados en nada, no nos gusta andar diciendo que gustos tenemos, o que practicamos tal o cual deporte, religión, o que asistimos a determinados eventos porque queremos cambiar el mundo o queremos ayudar a los necesitados. Con el paso del tiempo, especialmente cuando estás en el extranjero aprendes a dejar esos clusters y se te va haciendo poco relevante ya, congeniar porque te gusta la misma música, ves las mismas películas, lees a los mismos autores o haces yoga todos los días a las 7 de la mañana.
Me identifico más con la segunda forma de relacionarse, y me parece que ir descubriendo poco a poco, en el proceso de formar la relación, que se comparten ciertas cosas pero que eso no es lo más importante para basar una amistad o una relación amorosa, eso es energizante. Aunque muchas veces me pasa la primera forma. Me he dado cuenta que los amigos con los que tengo más resonancia son aquellos con los que no sé si tiene los mismos gustos, o las mismas ideologías que yo, pero hay ese entendimiento que nos liga.
Uno busca sentirse parte del clan aunque tenga que traicionar para eso. Son pocos los que aguantan la soledad del rechazo, y aguantan además, ver como se van segregando del clan. Es un reinicio constante, es indeterminado y es en ocasiones desgarrador.
Apuntes sobre los que les gusta pink floyd y creen que shakira es una mierda.
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