sábado, 27 de septiembre de 2008

Viva mi desgracia

Un señor está sentado en la banqueta y tiene en la mano un sombrero negro desgastado. Unos 50 pasos más allá está el organillero tocando viva mi desgracia, da vueltas a la manija y la música sale de la caja de madera llevandosela el viento a los transeuntes. Al lado de él está un niño con los pies descalsos, los pantalones de tela rala y con parches en las rodillas. Le pide, a la gente que va pasando, una moneda para el organillo. Las personas lo miran, lo ignoran, algunas incluso se ofenden de que les dirija unas palabras. Más adelante está la señora que vende muñecos chinos y tulipanes de colores bastante vivos que parecen pintados. Otra que está amamantando, con sus pechos mugrosos y sudorosos, a un niño también mugroso. Alrededor de ella están otros dos niños que extienden la mano y no dicen nada, sólo la extienden para que alguien les ponga una moneda, es lo que se supondría que piden, pero realmente ¿Qué es lo que están pidiendo? ¿Comida? ¿Dinero? Y, ahora tú, vas caminando entre todos los seres cotidianos... Piensas que quizá algunos son similares a esas personas, del organillo, algunos vivos, algunos muertos, algunos que no puedes describir, caminas viendo las caras y piensas en las diferencias que tienes y que tiene cada uno de ellos con las personas que están reptando en la calle, de las personas que venden flores y muñecos chinos, de los que están ahí tirados en las banquetas... Luego se te ocurre una idea bastante absurda, y esbozas una sonrisa, acaso esas personas que están ahí tiradas, derrotadas por la vida, son las los seres de Borges en el Aleph y reprimes esa idea por ser bastante absurda, pero después piensas que son los vagabundos de Auster, si eso es más adecuado. Y cómo sabés que alguno de ellos tiene en su casa una novela escrita y que nadie nunca la va a publicar y que quizá la obra sea todo un suceso. Regresas por esa calle otra vez y te detienes a ver la pinta de cada uno de ellos y tratas de eliminar cual no puede y cual si puede ser un escritor. De los que ves, ninguno. Estos vagabundos que encuentras en esta ciudad no lo son o quizá no lo has visto aún, pero seguramente en algún otro lado, es muy probable que haya varios...

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